Cada día somos más las personas que hacemos vida social rodeados de tiestos y espumaderas. La cocina ha dejado de ser el rincón oscuro para convertirse en el centro del show. No solo es la cocina el centro de la casa, sino muchas veces el salón mejor decorado y en el que se invierte con mayor gusto en electrodomésticos y enseres. Es tradición de muchos pueblos festejar con comida variada, sabrosa y abundante. Saber cocinar y hacerlo bien se ha convertido en un reto para muchos y en un valioso atributo. Pero no siempre encontramos recetas fáciles y rápidas de hacer y echamos mano de las temerarias "comidas rápidas" o terminamos encargando la cena para "no errar". Hacer de la cocina un arte no es cosa de dos días ni de poco esfuerzo, pero no todo tiene que ser tan engorroso. Eso sí, hay varios puntos que debemos tener presentes para que la cocina, el show de la preparación y el acto mismo de consumir los alimentos se conviertan en algo provechoso y enriquecedor física y espiritualmente:
- Planeemos un menú sencillo, que no nos agobie.
- Tratemos de no improvisar si no somos expertos, el estrés ante el posible error no nos dejará disfrutar.
- Tratemos de que todos participen, o al menos no dejemos solo al cocinero.
- Hagamos gala de nuestro arte para presentar los platos.
- Consideremos las diferencias de gustos.
- Sorprendamos con algo diferente, experimentemos nuevos sabores.
- No solo demos la receta, comentemos a nuestros invitados los beneficios que traen estos alimentos en nuestra dieta.